Tour de Francia: Romain Bardet, el cerebro del ciclismo francés

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Francia sumará 31 años sin victoria en el Tour de Francia, pero no pierde la fe. Se ha puesto en manos de Romain Bardet para romper esa racha negativa, el cuarto ciclista galo que sube al podio en 20 años, el hombre que parece encarnar mejor que nadie las esperanzas del país.

Desde que Richard Virenque subió al tercer escalón del podio en 1997, los franceses se han prodigado poco. Hace dos años, en un Tour en el que los favoritos se cayeron, Francia volvió a ver ciclistas locales en el podio, Jean-Christophe Péraud y Thibaut Pinot.

Pero ahora Francia renueva sus votos en manos de un ciclista diferente. Bardet no responde a los paradigmas de los ciclistas con los que ha buscado la victoria en los últimos años.

Nacido en Auvernia hace 25 años, Bardet es conocido en el pelotón por su vertiente intelectual. A punto de acabar sus estudios de comercio, lector infatigable de cuanto cae en sus manos, tiene por costumbre escuchar las grabaciones de las conferencias de sus profesores antes de dormir.

"Bardet es un perfeccionista enfermizo", resume su director en el AG2R-La Mondiale, Vincent Lavenu, que reconoce que su obstinación ha cambiado al equipo de arriba abajo.

Pese a su juventud, a su rostro aniñado, a su aspecto aparentemente frágil, esconde una fuerte personalidad, un carácter decidido y una determinación a prueba de bombas.

Cuando hace dos años, en su segunda participación en el Tour y con tan solo 23 años acabó como mejor francés, decimoquinto de la general, Bardet dio un ultimátum a su equipo: o se profesionalizaba más la estructura o se buscaba otro destino.

El patrocinador quedó prendado por la apuesta fuerte del joven y puso los medios para que el AG2R-La Mondiale respondiera a sus ambiciones. Sin prisas, porque Bardet también advirtió de que el camino hacia el éxito no sería de rosas.

La renovación de técnicos y de equipos permitió a la formación francesa mantenerse en la primera división, el ProTour, algo que, como reconoce el propio Lavenu, debe mucho a Bardet.

"Bardet es un minucioso, es un calculador que no descansa hasta que todo está en su punto. Donde él cree que es su punto", indica el director del Tour, Christian Prudhomme, que le considera un sólido acicate para mantener el interés en Francia por el ciclismo.

Jean-François Bernard, que fue tercero en 1987, cree que "necesita controlar la presión y un equipo más fuerte".

De lo primero hay pocas dudas de que podrá conseguirlo, porque si en algo se le considera fuerte es en el terreno mental.

Bardet sabe enfrentarse a sus directores, afrontar a la prensa y dominar la presión. Responde con la soltura de un veterano, sin perder la frescura de un joven.

"Espero mantener siempre el contacto con el público, no perder esa forma de vivir el ciclismo", aseguraba tras confirmar en Morzine que subiría al podio de París.

El ciclista prefirió conservar lo que tenía que arriesgarlo por una misión imposible, la de remontar más de 4 minutos al británico Chris Froome y al todopoderoso Sky.

Para muchos, una nueva señal de la inteligencia de un ciclista que, a menudo, ha dejado que sus impulsos juveniles le priven de mejores recompensas.

Le sucedió en el pasado Dauphiné, cuando optaba a vestirse de amarillo en la penúltima etapa y tuvo que conformarse con la segunda posición tras una jornada de cálculos infinitos y duelo de orgullos con su compatriota Pinot.

"Aprendí esa lección. Cada día aprendo algo, es lo que más me gusta de este oficio", asegura el francés, que el pasado viernes se lanzó sin miramientos a por el podio en las rampas de Le Bettex.

Luis Miguel Pascual