«No pienso en el ciclismo más allá de los próximos dos años»

DEPORTES

Al gallego le gustaría coincidir con Armstrong en alguna prueba y atacar al americano, «el último mito de la bicicleta»

11 nov 2008 . Actualizado a las 09:33 h.

Ezequiel Mosquera (Teo, 1975) cumplirá 33 años la próxima semana. «Me hago mayor», dice entre risas. Su edad y su prudencia evitan que piense en el ciclismo a largo plazo. Pero el 2009 ya asoma en el horizonte. Podría ir al Giro, si el Xacobeo recibe una invitación. Pero su gran reto volverá a ser la Vuelta, la carrera que le ha dado un giro a su vida.

-En el 2007 fue quinto en la Vuelta. Este año acabó cuarto. Le dirá todo el mundo que en el 2009 toca podio.

-Siguiendo esas cuentas, con 35 años ganaré la Vuelta y me retiraré en la cresta de la ola (risas). Está bien que te digan eso, quiere decir que la gente confía en ti, aunque luego la carretera te pone en tu sitio.

-Vivió la presión de los últimas días de la Vuelta y la negociación de su contrato.

-Viví una guerra interna. Por un lado no quería hacerle un feo al Xacobeo, me sentía en cierta medida responsable de su continuidad. Pero, por otro, a mi edad, tenía que pensar en mí. Al final, yo hice un esfuerzo, y el equipo se volcó.

-¿Este será su último contrato como profesional?

-No pienso en el ciclismo más allá de los próximos dos años. Empiezo a creer que el cuerpo me puede pedir una vida tranquila. Y la cabeza también. No es que me cueste entrenar, yo sigo flipando con el ciclismo, siempre me ha gustado. La competición es otra cosa, porque es como ir a examinarte todos los días y a nadie le gusta eso. Pero cada año he avanzado, siempre he tenido motivación para entrenar. Igual dejo el ciclismo, entro en la rutina de una persona normal y me pasa lo que a Armstrong, que estoy deseando volver. Ya veremos.

-Álvaro Pino dijo que a usted le queda cuerda porque no ha disputado muchas grandes.

-No corrí grandes vueltas hasta el 2007. Dicen que la acumulación de grandes rondas es lo que limita la longevidad deportiva de un ciclista. Yo no me noto fatigado, pero el tiempo va pasando. Mi fecha de caducidad la marcará la naturaleza y el pelotón, porque si los que vienen por detrás llegan muy fuerte, te retiran.

-Otros vuelven, como Armstrong...

-Es terco. Estaría en casa mordiéndose las uñas y le dio por ahí. Armstrong es más competitivo que nadie. Alguien me contó que el americano vio los tiempos de subida a Alpe d'Huez de este año y se dijo «esto lo mejoro yo». Es una buena noticia para este deporte. Publicidad positiva. A todo el mundo le gustaría competir con él, porque es el último gran mito de la bicicleta.

-¿A usted también?

-Me gustaría atacarle, aunque después me remachara (risas). Ya coincidí con él en una Volta ao Algarve, pero él estaba allí para rodarse. Parecía intocable, rodeado por sus corredores. En persona no me pareció un ciclista al uso, es ancho, bastante armario, un auténtico animal.

-Ya podrá contarle a sus nietos lo de que subió el Angliru.

-No todo el mundo puede decir: «En aquella Vuelta del 2008 subí el Angliru y la lengua me tocaba en la rueda delantera». Lo pasé mal, pero subir por aquel pasillo de gente con tantos gallegos fue impresionante.

-¿Volverá a entrenarse en altura?

-No lo sé. Tuve sensaciones raras. Arriba no me encontraba bien y abajo tampoco. Y yo le doy muchas vueltas a la cabeza. Si no ando, se me acaba el mundo. Sufrí mucho los dos primeros días de la Vuelta. Me asusté. Pero a largo plazo me fue bien y tendré que planteármelo de nuevo, aunque mentalizándome para sufrir.