EL CICLISTA DE RABOBANK, SATISFECHO POR SU SEGUNDO PUESTO

Flecha: "Roubaix es el cielo después de pasar el infierno"

Josu Garai (Marca) ¿Cómo se siente después de recorrer 260 kilómetros por esos caminos de cabras?
Dolorido, pero contento. Todavía me duelen un poco los antebrazos, pero lo normal después de esta carrera. El domingo, cuando me acosté, me dolía todo: la zona abdominal, el pecho, los brazos... Los músculos que normalmente no empleas o usas poco. Me costó dormirme, pero cuando lo conseguí, descansé bien.

¿Cuántos días suelen durar los problemas musculars?
Suelen durar cuatro días y, aunque muscularmente hay otros muchos pequeños traumatismos, lo lógico es que mañana ya esté bien. El lunes, nada más regresar a casa, me fui a ver al osteópata para que me liberase de tensiones. Tenía le fecha reservada desde hace mucho tiempo.

Su segundo puesto en la París-Roubaix ha tenido mucha repercusión. ¿Lo nota?
Sí, he recibido infinidad de mensajes y llamadas de teléfono. Muchos de gente que no sé cómo han conseguido mi número. Me dicen que, a pesar de que no gané, disfrutaron mucho con la carrera.

¿Alguno curioso?
Muchos, pero agradecí mucho uno de Giancarlo Ferreti. “Bravo, bravo, bravissssimo”, me decía. Antes de irme a Bélgica me había dicho que tenía que ganar o Flandes o Roubaix. He estado cerca, pero no he ganado.

Ha sido cuarto, tercero, segundo... El año que viene toca ganar, ¿no?
Ojalá, es el sueño de mi vida, pero por el momento quiero disfrutar de este segundo puesto. Que volveré a intentarlo está claro, pero tampoco quiero que la gente crea que siempre voy a estar en el podio, porque no es fácil.

La ventaja que tiene es que Roubaix, como es una carrera de fondo, se puede ganar entrado en años.
Eso es verdad y, de hecho, cada año me encuentro mejor porque la experiencia vale mucho. O'Grady, de hecho, ha ganado con 33. Por no hablar de Museeuw...

¿Cómo le puede gustar tanto el ‘Infierno’, una carrera con tanto sufrimiento?
Porque Roubaix es el cielo después del infierno. Primero hay que atravesar una cosa antes de llegar a la otra.

Por cierto, ¿cómo fue su paso por el ‘Infierno’? ¿Tuvo percances?
No, aunque parezca mentira, ninguno. Sóló un susto cuando, después del primer tramo, se cayó Albasini y al caer me golpeó en el muslo. Pero nada más.

Ni pinchazos, ni caídas... ¿Nada de nada?
Muchas de las cosas que pasan en la París-Roubaix son evitables. Los pinchazos, por ejemplo, a veces se pueden evitar. De hecho, como las cunetas estaban muy secas y con mucha gravilla, yo intenté ir por el centro, por encima de los pavés. Buscaba no tentar la mala suerte, no pillar los cantos del pavé y, en la medida de lo posible, amortiguar con los brazos al máximo. Además, llevé neumáticos de 28 (mm), los más gordos.

¿Cómo preparó su equipo la París-Roubaix?
Con todo el mimo del mundo. El domingo, Cuando nos levantamos a desayunar, había diez coches del equipo fuera, preparando la estrategia y los puntos de avituallamiento.

¿Qué táctica usaron en carrera?
Yo ataqué por mi cuenta. Algo dentro de mí me decía que tenía que moverme de lejos. Luego, desde el coche, me decían por el pinganillo: “Boonen está a 300 metros”. Pero de repente dejé de recibir mensajes, ni me animaban ni me daban referencias. Pensé que no estaban muy de acuerdo con mi ataque, así que, con la disculpa de que quería agua, bajé al coche del equipo para verle la cara y los ojos al director. Lejos de lo que yo pensaba, estaban eufóricos, pero no querían animarme por miedo a que yo también me animara y tirara en exceso.