Lucho Herrera: “No tuve presión de nadie y eso me ayudó a ganar la Vuelta”

El exciclista habló con El Espectador de su triunfo en 1987, cuando llegó a España para preparar el Tour de Francia y se fue de Madrid como el primer colombiano en conquistar una de las tres grandes.

Camilo Amaya - Fusagasugá
25 de agosto de 2019 - 02:09 p. m.
Archivo El Espectador
Archivo El Espectador

Ya no sale tanto en bicicleta. De hecho, solo monta los domingos con un par de amigos. Lo hace vía la vereda La Aguadita, a unos cuantos kilómetros de Fusagasugá, por el mismo lugar al que iba de niño cuando las sirenas alertaban que había una competencia en curso. Ahí, en una tienda al lado de la carretera, vio por primera vez a Álvaro Pachón y con ojos de cirujano examinó la bicicleta del bogotano, su casco, las zapatillas y los guantes.

Y recordó cómo aprendió a montar en ciclas prestadas, que la primera, la propia, se la regaló su madre, Esther, cuanto tenía quince años. Lucho Herrera ya no es tan delgado como antes, pero mantiene la forma. Y la elegancia. En esta oportunidad el calor fue benevolente y por eso fue normal verlo con camisa de manga larga, un jean azul y zapatos negros. Eso sí, debe protegerse del sol porque tiene unos lunares malignos que le aparecieron de tanto exponerse a los rayos, de tanto pedalear en la canícula.

Su mirada, al principio, es extraña, pero después de unas cuantas palabras, que salen con dificultad, se torna cálida. Y Lucho se ríe de la misma broma que él hace, y sin afanes acepta hablar con El Espectador de su triunfo en la Vuelta a España de 1987. Herrera esfuerza la memoria (se le nota cuando frunce el ceño) y habla de los mejores días de su vida con el mismo tono con el que hace 32 años pidió por la paz de Colombia en medio de la euforia de un país dividido que, por unos días, olvidó el terror de la violencia para solo hablar de ciclismo.

Lucho no se acuerda muy bien de que regresó a Bogotá en un Jumbo Combi de la aerolinea Iberia, que tuvo que hacer escala en San Juan (Puerto Rico), y que a pesar de la hora (7:35 a.m.), miles de personas lo esperaban en el Aeropuerto El Dorado para verlo con su camiseta amarilla (en 2010 el maillot del líder cambió a rojo).

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Tampoco se enteró de que el 15 de mayo de ese año, mientras él recorría las calles de Madrid, los almacenes de electrodomésticos en la carrera séptima de Bogotá pusieron en sus vitrinas todos los televisores a color que tenían para poder ver a Lucho campeón. A la gente no le importó la llovizna tierna que cayó y maravillada miró las imágenes, y hubo un silencio prolongado antes de cantar, por puro reflejo del corazón, el himno nacional.

Y de seguro Herrera no habrá leído el editorial de este diario que al día siguiente de la victoria decía lo siguiente: “Los pueblos necesitan sus días de gloria. Y Colombia tiene ahora uno, siendo nuestro deseo que por obra y voluntad inquebrantable de sus hijos, pues no hay otra forma, nos lleguen muchos más”. En esa época Lucho logró que el ciclismo y no una paloma fuera el símbolo de la paz.

¿Es verdad que usted fue a esa Vuelta solo a prepararse para el Tour de Francia?

Sí. De hecho, el líder del equipo Café de Colombia era Martín Ramírez. Me acuerdo que a Fabio Parra le rogaron para que fuera y dijo que no, que porque había mucha nieve y porque hacía mucho frío. A mí también me parecía un clima muy agreste, pero al final acepté. En últimas, me dije a mí mismo, si veo que la cosa está muy dura me retiro. En definitiva el objetivo del año era el Tour, que en esa época se corría después de la Vuelta y el Giro. Fue una carrera que tomé muy a la ligera, sin presión de nadie y quizás eso sirvió.

¿Entonces cuándo se dio cuenta de que podía pelearla?

El día antes de la llegada a Lagos de Covadonga. Miré la altimetría, también la general, no estaba tan lejos de Raimund Dietzen, y me animé. Ataqué y el único que me siguió el paso fue Sean Kelly. Estaba agotado y por eso pegué otro arrancón, apreté y por fortuna le gané. Sin querer me puse de líder aunque después perdí la camiseta.

Ese día le fue bien. ¿Recuerda alguno en el que haya sufrido mucho?

Faltando cinco etapas para el final me dio un dolor en la rodilla terrible y no podía pedalear. Por fortuna era una jornada plana y los compañeros me ayudaron, me empujaron un poquito y eso no le gustó a otros rivales, que al parecer se disgustaron. El médico me aplicaba xilocaína y hielo, y pude terminar sin mayores problemas la jornada. Al otro día me infiltraron y corrí mejor sin esa molestia tan maluca.

¿Se acuerda de la contrarreloj en la que perdió la punta con Kelly?

No, la verdad que no. Ya han pasado 32 años y la memoria no me da hasta allá.

¿Y cuando Kelly se retiró de la carrera por unos forúnculos que le sacaron mal?

Uno no quiere que pasen estas cosas, pero eso también hace parte de la carrera. Quizás una mala decisión del médico de su equipo.

¿Cuál fue la persona con la que habló recién se bajó del podio siendo ya el campeón de la Vuelta a España?

Creo que con el presidente Virgilio Barco. Sí, era el presidente, porque mis papás estaban conmigo. Me felicitó, me dio las gracias en nombre del país y ya.

¿Le costó asimilar que había ganado la Vuelta y que en ese entonces era el personaje más importante en Colombia?

Estaba tranquilo antes de llegar a Bogotá. Cuando vi los tres carros de bomberos y un montón de personas en la calle 26, ahí si entendí la magnitud de lo que había hecho, me asusté porque creí que no tenía la respuesta a todas las preguntas que me iban a hacer. Había cumplido los 27 años, llevaba mucho corriendo, pero aun así fue un impacto fuerte.

¿En esa época qué era lo más difícil de correr en Europa?

Que teníamos que cumplir primero el calendario nacional para luego ir a competir allá. Y eso desgastaba, no era fácil aprender. Ahora usted los ve todos jóvenes en los equipos más grandes del mundo y madurando rápido. Nosotros éramos escaladores y no rodadores y se hacía incómodo ir en el lote. Al comienzo, como no sabían quién eras no te dejaban pasar y siempre quedabas atrás, que es muy riesgoso en una etapa llana.

Pero ya después lo respetaron y mucho…

Sí, pero a mis compañeros de equipo no. Y como esto es un trabajo grupal, no servía de nada que me dejaran estar adelante si el resto iba en el medio o atrás del pelotón.

En Europa hay gente que dice que era mejor escalador que Nairo Quintana y Egan Bernal, que como usted no han visto otro. ¿Qué se le viene a la cabeza con esta afirmación?

Pues que subía bastante, porque lo mío era la potencia constante. Y que ahora tienen otras relaciones, otras bicicletas. Siempre iba para arriba con el plato 41 y si me ponían a ir en el 39 me sentía amarrado. En cambio en esta época ya hay de 35 y 37 dientes.

Por último, ¿quién es su favorito en esta Vuelta a España?

Miguel Ángel López. Viene descansado, sin el desgaste del Tour. Bueno, a Nairo hay que tenerlo en cuenta, aunque hay que ver cómo responde cuando la montaña aparezca.

@CamiloGAmaya

Correo: icamaya@elespectador.com

Por Camilo Amaya - Fusagasugá

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