Llega a nuestra redacción Diego Pablo Sevilla -San Martín de la Vega, 4 de marzo de 1996- y Rafa Gómez, que si algo ha visto en estos últimos treinta años son ciclistas, le recibe con un “vaya, qué fino estás”. Él responde: “Luego, en carrera, me saldrán o no las cosas, pero no será porque yo no estoy cumpliendo con mi parte con los entrenamientos y la alimentación”. La historia en el ciclismo de carretera de Sevilla es inseparable del proyecto de la Fundación Alberto Contador, pero antes de recalar ahí ya había demostrado buenos mimbres siendo uno de los corredores de referencia a nivel nacional en las categorías inferiores de una disciplina que le encanta, el ciclocross.
“Gandía fue un gran día”, recuerda sobre cómo consiguió el título de campeón de España cadete en 2012. “Estaba malo y no me gustaba el circuito, pero tengo que asumir que, si hubiese habido barro y que remar mucho, no habría tenido piernas para disputar la victoria. Era muy rápido, no tenía excesiva dureza, y conseguí la medalla de oro gracias a la cabeza”.
Su relación con el deporte invernal se mantuvo dos años más, coincidiendo, ya en el equipo que lleva el nombre del pinteño, con su época en la categoría júnior. “En Navia -2013- hice tercero, detrás de Orts y Aranburu, y al año siguiente firmé una temporada muy buena, ganando la Copa de España, pero en el Campeonato de España de Segorbe pinché. Después fui al Mundial de Hoogerheide -en élite ganó Stybar, el último triunfador antes del duopolio Van Aert/Van der Poel- y concluí el 17, un puesto que me dejó muy contento”, repasa sobre una etapa que cerró al pasar a sub23 para centrarse en la carretera.
OBJETIVO: SER CICLISTA
Diego, mediano de tres hermanos -el mayor, con el que empezó a montar en bici, estudia tercero de Grado Profesional de saxofón; el pequeño, estudia y juega al fútbol-, comenzó a competir en cadete con la Unión Ciclista San Sebastián de los Reyes. Su padre, dedicado a la agricultura, se mostraba un poco reticente al principio a consagrar los fines de semana a las carreras, pero se enganchó rápido. “Nos gusta la bici de verdad. No sólo porque entonces ganase carreras o estuviese disputando; si algo hemos aprendido durante este tiempo, es que se pierde más que se gana”, apunta Sevilla, que considera que dio un importante salto de calidad al integrarse en el equipo de la Fundación Alberto Contador cuando se creó en 2013.
“Llegué a ir líder de la Copa de España, en la que al final ganó Barceló y yo hice segundo. Eso me hizo cambiar el chip. Al año siguiente fui al Mundial de ciclocross y también al de carretera en Ponferrada”, rememora sobre una categoría en la que tuvo la oportunidad de ir a correr a Francia y Bélgica, donde compartió maillot, entre otros, con Álvaro Cuadros, Enric Mas, Cristian Torres, Miguel Ángel Alcaide o el propio Barceló. “En la Fundación siempre ha habido equipos júnior muy buenos, pero yo siempre defiendo mis años”, añade entre risas.
Reconoce que al pasar a sub23 no pensaba en otra cosa que seguir dedicándose a la bici. “La posibilidad de pasar a Continental la veía muy lejos, pero no valoraba otra opción que tomármelo en serio. Tenía respeto al salto de categoría, pero Rafa Díaz Justo me mantuvo alerta. Sí, es verdad que se nota el aumento de la distancia, pero me preparó tanto que me supo a menos. Además, gané la tercera o cuarta carrera, y eso me ayudó”.
En ese GP Primaveramde Ontur, en el que se impuso al sprint a Julio Alberto Amores, aunque aún busca una foto buena de la meta, sentó las bases de una etapa en la categoría sub23 en la que disputó carreras con la selección española como el GP Miguel Indurain, la Vuelta a la Rioja, Lieja- Bastoña-Lieja o Tour de Flandes. “Fueron tres años buenos, ganando todos los años una carrera, y creo que demostré el tipo de ciclista que soy: me falta un poco en montaña, pero tengo velocidad", resume.
El salto a Continental fue la consecución de un objetivo. “Me ha cambiado la mentalidad. Ahora me lo tomo como un trabajo y los malos días los paso diferente. En sub23, un mal día es una oportunidad perdida. Aquí tienes que aprender que te debes a un equipo y te toca hacer lo que te pidan de la mejor manera que puedas". En su primera carrera, el Tour de la Provence, ganó la general de la montaña. “El cómo se empieza creo que es fundamental, y me gusta pelear esas clasificaciones porque dan visibilidad al equipo. Soy consciente de que mi nivel está un paso por debajo de la gente que está disputando las carreras, por eso es importante subir al podio", añade Sevilla, que el año pasado estuvo peleando la montaña en la Vuelta a Madrid.
El primer día se hizo con el maillot en una fuga por los puertos de su zona, pero en la jornada más dura le sorprendió Paco Mancebo. “No lo supe gestionar. Arrancó desde muy lejos y me confié; hice la del juvenil", analiza divertido. Esta temporada ha corrido en Mallorca, la Volta a la Comunitat Valenciana, la Vuelta a Murcia, Almería y, justo antes del parón por el coronavirus, los trofeos Umag y Porec.
En el aire, su gran objetivo, la Vuelta a Madrid. Mientras, aplica los consejos de Alberto Contador. “Dice que prefiere esforzarse al 100% porque es ahí donde se marcan las diferencias. Al final, el que lo hace al 95% está trabajando un montón y no va a conseguir ese pasito más", explica Diego, que insiste en que lo que más valora en un deportista -como su otro ídolo, Rafa Nadal, o como Valverde, de quien tiene su primer recuerdo ganando a Lance Armstrong- es la capacidad de sacrificio.
El mundo de Diego
¿Cómo empezaste a montar en bici? Con seis años, en una escuela de bici de montaña que gestionaba un primo que siempre ha tenido mucha ilusión por la bicicleta y que ahora regenta una tienda de bicis. Me llevó un día a dar una vuelta por los alrededores del Parque de la Warner, a mitad de ruta paramos, me dio una barrita… Me encantó y después, con nueve años, fui a mi primera carrera, en la que se hizo responsable de mí porque no llegaba a la edad mínima.
¿Has practicado otros deportes? En invierno estoy enganchado al pádel, que es otra manera de mantenerme activo. Antes jugaba al fútbol. Soy seguidor del Atlético de Madrid, así que sufro tanto en la bici como en el fútbol (ríe). Con los años sufro menos y me da un poco más igual. Lo que sí que no me pierdo en la tele son las carreras; estoy todo el día enganchado a la bici.
¿Tienes alguna manía en carrera? Creo que no... (piensa) Bueno, sí, los dorsales. Cuando corro una vuelta, intento que siempre vayan en la misma posición desde el primer día: el de la izquierda, en la izquierda; el de la derecha, igual. Los recorto de una manera diferente para identificarlos. No sé cuándo empecé, pero me fue bien y ahora ya soy consciente en todo momento de cómo los coloco. En la bici, quizás antes me despreocupaba más y no era tan exquisito en las medidas, pero ahora le damos un poco de trabajo a los mecánicos en las concentraciones porque me gusta que esté todo perfecto.
En la Fundación Contador hacen hincapié en compaginar la bici y los estudios. ¿Cómo ha sido tu caso? En Bachillerato empecé el segundo curso un poco despistado y le di mucha importancia a la bici, así que necesité un año más. Cuando terminé, hice el Grado Superior de Técnico Superior en Animación de Actividades Físicas y Deportiva (TAFAD), que lo acabé en el tercer año de sub23 y justo antes de que saliese el equipo Continental. Es algo que retomaré en el futuro. De pequeño quería hacer algo relacionado con INEF, pero ahora optaría por estudios relacionados con la Administración y Dirección de Empresas. Más que por tener un título, por seguir completando mi formación.
Tu padre es agricultor, ¿qué os ha inculcado? Desde pequeño he estado familiarizado con el campo y lo normal ha sido echarle una mano. En verano, de cadete, por ejemplo, iba a sembrar lechugas temprano y luego salía a las diez a entrenar. Este año mi padre se rompió un dedo y hubo que echar una mano. Ahora estamos con espárragos, luego salen los ajos en mayo, trigo, cebada… Voy mucho menos porque tengo que descansar, pero estoy al tanto de todo lo que tiene y me preocupo.