El ciclista guipuzcoano Markel Irizar (Oñati, 1980) anunció ayer que se bajará de la bicicleta en la próxima edición de la Clásica San Sebastián -3 de agosto-. El oñatiarra de Trek Segafredo pondrá punto final en el Boulevard, al igual que lo hizo su amigo Haimar Zubeldia, a una extensa trayectoria en la que, pese a no contar con un palmarés extenso, se ha hecho acreedor al cariño del pelotón internacional. Sereno y tranquilo, Irizar atiende a MD minutos después de confirmar su salida del ciclismo profesional.
¿Por qué toma la decisión ahora?
Cuando acabó la temporada pasada hablé con Luca Guercilena, mánager del equipo, y planteamos distintas posibilidades, pero estaba casi decidido que 2019 iba a ser mi último año. Me dio la oportunidad de elegir dónde y cómo retirarme. Lo he pensado mucho y hemos decidido que sea en la Clásica.
No han tardado en hacerlo público. ¿Qué les ha llevado a hacerlo a falta de seis meses?
Quería correr la Itzulia habiéndolo publicado, disfrutando de mi penúltima carrera ante la afición euskaldun. Es una carrera que no es fácil y quería centrarme en hacerlo lo mejor posible. Además hoy -por ayer- es el cumple de uno de mis hijos, es un día especial.
¿Toma la decisión por un desgaste físico, mental?
Al final tengo 39 años y no es fácil aguantar en el deporte de elite. Es ley de vida. He sido afortunado de tener una carrera longeva y llega el momento de dejar paso a los que vienen por detrás. Uno entiende que ha llegado su momento. No soy de darle muchas vueltas. Voy a disfrutar de estos meses y luego cambiaré de vida. Se cierra un capítulo para abrir otro.
Por lo que cuenta ha tenido el apoyo total de su equipo...
He tenido toda la libertad del mundo. Son muchos años de relación con el equipo. Aunque he estado en el extranjero, me he sentido como en casa. Una de las mayores suertes de un deportista es elegir cuándo y dónde quiere acabar.
La otra cara de la moneda es la familia. ¿Cómo ha reaccionado?
Lo han llevado bien, pero tenemos tres niños y estos últimos años se estaba haciendo más complicado con tantas actividades. Los chavales empezaban a sentir la falta del aita. En las últimas concentraciones se han llegado a quedar llorando porque me iba y eso ha pesado. Tenemos muchos planes, muchas ilusiones para hacer juntos. Como en otras muchas familias de deportistas, todo ha girado en torno al aita y su trabajo. Creo que ahora le toca al aita ponerse a la cola y que todo gire alrededor de la familia, que sea el aita el que se tenga que sacrificar.
¿Tenía claro que quería terminar en casa?
Sí. Sé que ni la Clásica ni la Itzulia son buenas carreras para mí, me va a ser imposible brillar, pero le he dado más importancia al aspecto sentimental. La afición se ha portado muy bien conmigo, no sólo en Euskadi, y es una forma de agradecerles el apoyo. En cuanto a resultados no he sido un corredor brillante, pero el cariño que he recibido de la gente ha sido impresionante. Es lo más bonito que he recibido del ciclismo. No hay mejor escenario para despedirme que Donostia.
¿Cómo va a afrontar estos meses?¿Cambia su forma de ver la carrera?
Sabes que todo lo que haces es por última vez. Sí me gustaría ser útil para el equipo. Me han dado todas las facilidades del mundo. Les he dicho que estoy para sumar, no para despedirme. Quiero estar en condiciones por si el equipo en cualquier momento me necesita. Lo mínimo es responder y ser agradecido.
Son 16 años al máximo nivel. ¿Qué queda de todo este tiempo?
Quedan las vivencias, los momentos que has pasado y, sobre todo, las amistades. He conocido gente de muchas nacionalidades, de filosofías muy diferentes. Me guardo que mucha gente me ha abierto las puertas, que sin ellos no hubiese sido posible.
¿Se ha planteado su vida a partir del 4 de agosto? ¿Le gustaría seguir vinculado al ciclismo?
Sí. Tanto Trek como Trek Segafredo seguirán siendo mi casa. Hay cosas por definir, pero seguiré vinculado a ellos. Así quitaré la morriña del mundo ciclista.