El ciclismo ha cambiado mucho desde que en 2006 dio el salto a profesionales.

Demasiado, la verdad es que es totalmente diferente ahora, es como si habláramos de otra historia. Se ha modernizado mucho con los potenciómetros y las tácticas, y los equipos están súper profesionalizados, no tienen nada que ver con los de antes.

Y usted también ha cambiado mucho. ¿Para bien?

Yo creo que sí he cambiado para bien. Empecé siendo un sprinter, después me volví un poco todoterreno, pero si quería seguir en el Movistar, tenía que cambiar mi rol, ya que en este equipo un buen sprinter no está valorado. Un sprinter necesita un equipo a su alrededor, y entre que no tenemos cultura en el Movistar y que está hecho para un gran líder, en este caso para tres (Valverde, Quintana y Landa), o cambiaba o tenía que cambiar de aires.

¿Nunca le llegó una oferta del extranjero?

A lo largo de estos años he tenido varias ofertas de fuera, sobre todo de Bélgica. Estuve en contactos hace unas temporadas con el High Road y el Garmin, y en 2011, cuando estuve a punto de ganar el jersey de la regularidad del Tour de Francia, tuve muchas ofertas para irme, pero al final el Movistar es mi casa. Con Eusebio Unzué llevo ya trece años y conozco sus defectos y virtudes, como él las mías. Al final decidí también un poco cambiar de rol porque me apetecía otra cosa.

Pero por cambiar de rol también se ha perdido muchos triunfos individuales.

Sí que he perdido, pero al final disfruto cuando ganan mis compañeros. Cuando ganamos la Vuelta a España con Nairo Quintana, aunque yo me cayera el penúltimo día y me rompiera la tibia, esa Vuelta tenía un trozo mío. Todo el equipo teníamos nuestra parte de esa victoria porque en todo momento fuimos necesarios, y he aprendido también a disfrutar de esas victorias como si fueran mías. También hay que pensar que un sprinter tiene la vida profesional más limitada que un trabajador, porque un sprinter, cuando salta la barrera de lo 30 años, tiene muy difícil ganar; o tienes gran clase, o un corredor más mediano como yo lo tenía más complicado en un equipo como el mío. Eusebio me dijo que necesitaba un ciclista de mi experiencia, que trabajara para los líderes, que lo que yo podía hacer no lo podía hacer nadie. Me pidió eso y yo se lo ofrecí.

¿Fue difícil esa transición?

Sí que fue difícil. Yo estaba acostumbrado a sprintar, ganar y solo trabajar para mí porque toda la vida he sido un ganador. Tuve buenos maestros, como Pablo Lastras, Chente García Acosta e Imanol Erviti. Ellos me enseñaron el oficio. Lo que hace Imanol es diferente, porque yo entro en las carreras más tarde, pero la sabiduría y tener paciencia para dar tranquilidad a los líderes para que confíen en ti y no se pongan nerviosos es importante. Muchas veces le digo a Alejandro y a Nairo que mientras que estemos ahí Imanol y yo, ellos no tienen que pensar. Por ejemplo, en la pasada Vuelta a Murcia, Alejandro se quería bajar de la bici porque se fue una escapada con 35 corredores y en Molina me dijo que se había acabado, pero le dije que confiara en mí, que íbamos a llegar a Cieza y en el Collado los pillaríamos. Y así fue.

¿Ahora es menos egoísta?

Sí. Con los años he cambiado mucho, no solo como corredor, sino como persona. Antes tenía más carácter, era más nervioso, un poco más alocado.

Ya tiene 33 años. ¿Cómo se siente hoy en día?

Pues como si no hubiesen pasado los años porque llegan los inviernos y entreno con las mismas ganas o más. El ciclismo no está en tus piernas ni en tu físico, está en tu mente. Ser ciclista no solo entrenar, también es cuidarte, ser las 24 horas del día profesional y los 365 días del año. El momento de dejarlo lo veo aún muy lejos porque psicológicamente estoy muy preparado para sufrir. Me gusta mucho lo que hago.

¿Pero se ha puesto una fecha de caducidad?

No, pero mínimo me quedan cinco años más. Y después, lo que me pida la mente, pero mientras que tenga motivación y ganas de montar en bici?

¿Pero no es complicado mantener la motivación?

Cuando tu trabajo se convierte en tu pasión es distinto. Hay gente a la que le cuesta entrenar porque en realidad no le gusta ser deportista. Yo me voy de viaje una vez al año y cuando estoy cinco o seis días sin montar en bicicleta, ya la echo de menos.

¿Y después del ciclismo sabe qué hará?

No me lo he planteado, pero me gustaría seguir vinculado al ciclismo, ya no sé si como director o ayudando a los chavales, pero todo lo que se me pasa por la cabeza es seguir vinculado al deporte.

¿Qué cree que se le ha quedado en el tintero estos años?

Ganar una etapa en una grande. Tuve un par de oportunidades en la Vuelta a España, como en la etapa que acabó en Alhama. Eso es lo único para lo que creo que tengo potencial y no he conseguido. En el Tour también he estado a punto en varias ocasiones. Esa es la única espina que me queda.

Ha sufrido varias lesiones, pero una especialmente fuerte, cuando se rompió la tibia. ¿Pensó en ese momento que se había acabado todo?

En ese momento no. Soy muy radical y cuando me rompí le pregunté a Paco Esparza, que es mi médico de confianza, cuánto tiempo me quedaba para volver a montar en bici. Él me dijo que seis meses y lo asumí, pero durante ese período pasé momentos malos porque a los dos meses empecé a caminar y se me rompió un tornillo que me habían puesto. Dar pasos hacia atrás en una recuperación es muy duro, y cuando ves que tus compañeros son muy superiores y tú tienes el nivel de un juvenil, como me pasó a mí, te preocupas. Pero como soy tan tozudo volví a competir bien y en la primera gran vuelta, el Giro de Italia, Nairo fue segundo y a nivel personal también se me dio bien

¿En qué carrera lo ha pasado peor, quizás en el pavés de la París-Roubaix?

Donde lo he pasado peor ha sido en el Tour. No es porque sea la carrera más dura, como dice la gente, es por todo el ambiente. Todos nos jugamos muchísimo porque es el mayor escaparate y la presión es muy alta. Normalmente, en una carrera la tensión empieza a 40 kilómetros de meta, pero en el Tour, a 150 ya parece que estás a 2 de meta. Nos queremos matar entre unos y otros porque es muy importante llevar a tu líder delante. No llegas a explicarte por qué estamos matándonos cuando quedan 150 kilómetros y 20 días de carrera. El agotamiento mental y físico es muy duro.

¿Y no tiene clavada la espina de ese jersey de la regularidad del Tour de 2011 que rozó?

Hombre, claro, porque hubiese supuesto un punto y aparte en mi carrera. El maillot verde de un Tour es el segundo más importante que hay. Honrosamente lo gané yo, pero de cara al público no fue así. Siempre me queda esa espina, pero no se puede mirar hacia atrás.

Desde ese papel que tiene ahora, ¿piensa que alguien como Valverde tiene fecha de caducidad?

Lo de Valverde tiene explicación, y es que disfruta tanto de lo que hace, que si lo perdiera, le quitarías parte de su vida. Tiene casi 39 años pero una mente privilegiada. Estas semanas que he estado aquí entrenado con él lo he visto más motivado que nunca. De hecho, ha hecho más kilómetros que nunca en su vida. En Nochevieja hizo 210, algo a lo que tenía que obligarlo siempre, sobre todo cuando íbamos a las clásicas de Bélgica. Él siempre me decía que con 160 le valía, pero el otro día, en Nochevieja, hizo 210. Como lo ha ganado todo, su gran virtud es que no tiene responsabilidad de ganar más.

Vamos, corre sin presión.

Él se presiona mucho mentalmente, pero como ya lo ha ganado todo? Antes tenía muchas limitaciones, miedo de arrancar, pero ahora corre feliz. La primera carrera que hizo después de ganar el Mundial arrancaba y jugaba con los demás, parecía que iba con nosotros en la grupeta entrenando. Disfruta de la bici y por eso no tiene fecha de caducidad.

Este año vuelven a hacer juntos todo el calendario. ¿Le seduce el Giro de Italia?

Me gusta mucho. Fue la primera grande de mi carrera deportiva que hice y entonces no la disfruté porque llegué de una manera extraña, sin tener que ir. En el Tour hay tanta presión que no disfrutas de todo lo que hay alrededor, que es muy chulo, pero en el Giro sí porque la manera de correr es diferente.

¿Y Flandes, no le gusta?

Sí. De hecho, yo he estado dos veces entre los veinte primeros de Flandes, pero el problema es que en un equipo como el nuestro no se prepara a fondo. También es una carrera muy peligrosa porque yo he visto huesos y pelvis rotas; da miedo y lo que menos me apetece es caerme. El miedo a caerme o romperme algo es lo que más me frena en Flandes, pero también está el aliciente de llegar allí con Alejandro y el maillot arcoíris a la plaza de Brujas. Creo que he hecho nueve Flandes y otras tantas Roubaix y tiene que ser chulo porque Alejandro va a estar para disputar la carrera.

Pero allí sin experiencia?

Hombre, no va a estar entre los favoritos, pero para estar en un top 10, seguro. Los belgas que viven allí tienen un punto a favor muy importante con respecto a Alejandro.