Erviti: “Hasta que no entras a un pavé, no sabes lo que es”

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Imanol Erviti completó en 2016 su mejor primavera como profesional / © Movistar Team

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Pegados a la televisión, sin saber muy bien si lo que estaban viendo era realidad o ficción, los aficionados españoles no salían de su asombro, el pasado mes de abril, cuando la figura de Imanol Erviti (Pamplona, 15 de noviembre de 1983), un hombre poco dado a acaparar la atención de las cámaras y los titulares, se peleaba, durante dos domingos seguidos, con nombres como los de, ahí es nada, Peter Sagan (Tinkoff), Fabian Cancellara (Trek-Segafredo), Sep Vanmarcke (LottoNL-Jumbo), Tom Boonen (Etixx-Quick Step)… en otras palabras, la flor y nata del pelotón clasicómano. Los grandes monstruos de las carreras de un día. De los Monumentos. De los adoquines. Los reyes del frío y el viento. Los dioses de ese ciclismo que en Centroeuropa es religión y que aquí, casi en clandestinidad, cuenta con unos pocos, pero muy devotos fieles que, tras la desaparición de Óscar Freire y Juan Antonio Flecha, aquellos profetas que esparcieron la palabra sagrada del adoquín por estas latitudes durante la pasada década, habían vuelto a las catacumbas de las que, pensaban ahora, no iban a salir en mucho, mucho, mucho tiempo. Y de repente, aparentemente de la nada, apareció él. Y no sería justo, en absoluto, pensar que lo conseguido por Erviti en la primavera es fruto de la generación espontánea. O de la suerte. O de la inspiración divina. Pero sí es llamativo que el tan esperado regreso de España a la primera línea de las clásicas adoquinadas llegara, precisamente, de un corredor del equipo que de forma más contumaz las ha ignorado una y otra vez.

Por segundo año consecutivo Alejandro Valverde renunció, a última hora, a la disputa de la Vuelta a Flandes, esa carrera que en Ciclo 21 reconoció que quizás, y sólo quizás, sí podría adaptarse a un hombre de sus características y que muchos consideran que sería el gran broche de oro (alcanzable) en un palmarés ya de por sí excelso. Sin el Bala en la ecuación, de nuevo Flandes y Roubaix quedaban huérfanas de favoritos patrios y, por lo tanto, de buena parte del interés que habían despertado en los meses previos.

Y entonces apareció Erviti, un hombre que desde que debutó como profesional en 2005, ha permanecido fiel a unas pruebas que, como reconocerá más tarde, se pueden amar u odiar. Incluso, amar y odiar. E, incluso, se pueden amar y odiar “varias veces en la misma edición”. Su nombre, a los 32 años (33 desde hace dos semanas) irrumpió con fuerza en Flandes y se confirmó, con solvencia, en Roubaix una semana más tarde.

Pero su 2016 no acabó ahí. Para nada. Corrió más. Mucho más. Sólo Stamsnijder (Giant-Alpecin), Ludvigsson (Giant-Alpecin) y Petit (Direct-Energie), con 96 cada uno, superan su marca de 95 días de competición, algo que reconoce que quizás deba de cambiar este 2017 en el que, claro que sí, volverá las clásicas, pero ya con otra mentalidad. No es Erviti hombre de declaraciones grandilocuentes. No es amigo de reivindicarse como favorito y, seguramente, esa sea parte fundamental de su éxito. Pero algo en su tono de voz vibra de forma especial cuando se le pregunta por cómo será su próximo mes de abril.

Antes de empezar la temporada dijo que su objetivo para el año era “pasármelo bien. Si cuando acaba el año te lo has pasado bien, es que las cosas han ido como debían”. La pregunta es obvia: ¿Cómo se lo ha pasado?

(Ríe) Pues la verdad es que me lo he pasado muy bien. Ha sido una temporda con muchas alegrías y con muchos grandes momentos en la que he tenido la suerte de no tener caídas ni problemas y poder disfrutarlo. Esa es la mejor señal.

Poco después de su gran actuación en la pasada edición de la París-Roubaix, sobre la que hablaremos luego, dijo en una entrevista concedida al diario Marca que tenía muy claro que su rol en el ciclismo es el de gregario. ¿Es convencimiento o hay parte de resignación en esa afirmación?

No lo sé. Es una manera de expresar que, quizás, el 95% de los días que yo compito soy útil siendo un gregario. Creo que esa es mi mayor virtud. Pero eso no quiere decir que no quiera aprovechar la oportunidad cuando se presenta o que vaya a desperdiciar las opciones que tenga en esas pocas carreras que puedes tener la suerte de disputar como suelen ser Flandes o Roubaix. Los resultados de este año son algo que te da motivación para trabajar por ellas. Con esa frase quería expresar que sé cuál es mi sitio en el equipo y en el pelotón. Que sé que, pese a esas dos buenas prestaciones, mis virtudes están en el trabajo que puedo hacer para los grandes líderes. Que no me voy a volver loco y que seguiré trabajando para ellos en todo momento intentando haciéndolo lo mejor posible… ¡eso sí!, si surge una oportunidad voy a ir a por ella como si fuese la última.

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Erviti aspira a repetir el buen papel en las clásicas / © Cor Vos

Dio el paso a profesionales en 2005 en el Illes Balears y desde entonces ha permanecido fiel a esta estructura. ¿Nunca se ha sentido tentado de probar en un equipo que no les dé la espalda a las clásicas?

Sí, pero, en cierta manera, es una reflexión un poco inútil porque, al final, tú llevas tu vida y tu camino, en el que intentas hacerlo lo mejor posible y si el mío ha ido así, no hecho cuentas de qué hubiera pasado si hubiese tomado otras decisiones. Quizás podría haber ido mejor en un aspecto y peor en otro. Yo estoy muy contento aquí y por eso he vuelto a renovar. Hay retos muy bonitos por delante que me mantienen muy motivado. Siempre hay momentos en los que le das vueltas a la cabeza, pero no pierdo mucho el tiempo con ello.

Brilló en la primavera, rindió a un gran nivel en el Mundial [fue el único español que acabó la carrera] y formó parte de los equipos que intentaron y consiguieron, respectivamente, llevar a Nairo a lo más alto del Tour y la Vuelta. Si le pidiese que escogiese un recuerdo de esta campaña, ¿con cuál se queda?

La Vuelta a Flandes. Y eso que no era consciente de hasta dónde podíamos llegar. Siempre pensé que se nos iban a echar encima porque estaban muy cerca. La alegría de llegar así es, sin duda alguna, el momentazo del año.

Hablemos de aquella semana del mes de abril. En algún momento dijo que se sorprendió a sí mismo por el rendimiento que tuvo, pero me permitirá que no acabe de creerme eso porque convendrá conmigo en que en esas carreras no se brilla de tal manera si no se han preparado de manera concienzuda.

(Ríe) Está claro que no viene de la nada. Sinceramente, habían sido carreras que las he intentado hacer bien muchas veces y muchas veces me había llevado buenos chascos. Llegaba muy bien a pesar de que esa semana había sentido bastante fatiga. Habíamos terminado la Volta a Catalunya que ganamos con Nairo. Tuvimos un par de bajas en el equipo y a los que estuvimos allí nos tocó trabajar muchísimo. Estaba fatigado, pero tenía mucho ritmo. La carrera fue como fue y por eso digo que estaba sorprendido, porque después de llevarte tantas desilusiones, un alegrón así te sorprende para bien.

Vayamos por partes. Primero llegó Flandes y ese 7º puesto. Una carrera en la que su mejor puesto había sido el 55º de 2014. ¿Qué fue diferente este año?

La verdad es que siempre he sentido en mi interior que esos puestos no reflejaban lo que soy capaz de hacer y me daba mucha rabia y sufría por ello, pero no las preparé de manera especial.

Alejandro Valverde se borró a última hora de la Vuelta a Flandes. ¿Preparó usted de manera más específica la carrera para ayudar al murciano y pudo aprovechar ese trabajo?

No, como te decía, no la preparamos de forma especial. Para mí, la diferencia fundamental fue la alergia. Este año, por cómo ha ido la climatología, no me ha molestado nada y he podido sacar todo lo que tenía dentro. Creo que esa es puede ser la mayor diferencia… ¡pero esto no es una excusa para otros años! Para nada. Además, ha sido un año muy estable, sin lesiones. Empecé bien. Con buena condición. Corrí bastante. Empecé en Mallorca, Andalucía, Valencia… siempre trabajando para Alejandro. Las cosas salían bien y entras en una buena dinámica y todo sale rodado. Llegué en un punto muy bueno.

Después, llegó la París-Roubaix y un nuevo top 10. ¿En qué momento de la carrera se dio cuenta de que le estaba saliendo un día tan bueno?

Fue una carrera muy diferente a Flandes. Allí sí que es verdad que fui con otra convicción. Una vez que me metí en la fuga y cogimos un poco de tiempo, supe que con la condición que tenía iba a volver a estar delante. Yo entré en la fuga gracias a mis compañeros. Ellos manejaron la situación entre todos y Juanjo [Lobato] fue el que me lanzó para poder entrar y entonces ya sabía que íbamos volver a disfrutar de una muy buena carrera.

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Fue el único español que acabó en Doha / © RFEC

Corrió su primer Infierno del Norte siendo neoprofesional y no ha faltado ningún año a su cita. ¿Cómo ha evolucionado su relación con una carrera que despierta amor y odio a partes iguales?

(Ríe) En la misma edición puedes amarlas y odiarlas… ¡varias veces! Al principio piensas que las conoces, pero hasta que no entras a un pavé rápido no te haces a la idea de lo que supone. Te parece que las conoces por la televisión, pero son otro mundo. Ha sido una evolución lenta. De ensayo y error. Son carreras que te hacen sufrir muchísimo. Te dejan una semana muerto, pero primero comienzas a apreciar y luego a amar su grandeza. Te das cuenta que te piden muchísimo, te exigen muchísimo… son dolor, sufrimiento, esfuerzo, implicación… Todo ello, más que una carrera normal. Mucho más. Pero también te dan muchísimo y eso es lo que las hace grandes.

Tanto le dan, que estamos en pleno mes de diciembre y seguimos hablando de ello

¡Efectivamente, así es! Me salieron buenas carreras, pero la repercusión que siguen teniendo es porque son muy especiales. Son dos días de ciclismo brutal, antiguo, salvaje…

Siempre se dice que las clásicas son carreras en las que la experiencia es fundamental y yo le añado que también lo es la mentalidad con la que se afrontan. Tras su buen papel de 2016 y dado que tiene contrato hasta 2018, ¿se ha planteado volver con una mentalidad más ganadora?

Sí. Me va a dar un poco más de seguridad en mí mismo. La experiencia es fundamental. Las primeras veces que vas a estas carreras, ¡estás eliminado sin darte casi ni cuenta de lo que te ha pasado!. Parece un tópico, pero es así. No conoces el recorrido. No sabes cuáles son los puntos clave.  Ignoras cómo se desarrolla la carrera a 170 kilómetros de meta. No sabes el porqué ocurren las cosas. Es algo que vas descubriendo poco a poco. Nosotros no tenemos la suerte de haber disputado estas carreras desde pequeños y tenemos que ir aprendiendo y conociéndolas poco a poco, pero sólo tienes dos días al año para hacerlo. Ahora ya se corren un poco más carreras como A Través de Flandes, Harelbeke… pero tienes que aprender todo esto en dos días al año y muchas veces te da la sensación de que se te ha pasado la temporada de pavé sin sacarle el jugo. Deseando que la semana siguiente hubiese otras dos clásicas así para sacarles el jugo, aunque fuesen salvajes, porque ya te sientes un poco más entonado, has aprendido a configurar el material… no es sencillo. Es un medio en el que no tenemos la experiencia y, como he dicho, es algo fundamental.

Su aproximación a las dos clásicas adoquinadas se hizo de una manera muy poco ortodoxa. ¿Va a cambiar algo este año en ese sentido?

Quizás algún detalle sí, pero comenzaré con el mismo planteamiento. Estaré en Mallorca y no sé si haré Valencia o Andalucía, pero sí es seguro que haré París-Niza. Es un plan que me gusta. A partir de París-Niza valoraremos la situación para intentar afinar un poco más.

En 2016 ha acumulado 95 días de competición, lo que le sitúa, junto con Voeckler, únicamente por detrás del trío formado por Stamsnijder (Giant-Alpecin), Ludvigsson (Giant-Alpecin) y Petit (Direct-Energie) que acumularon 96 días. ¿No le resultó excesivamente fatigoso a nivel físico y, sobre todo, psicológico?

(Piensa) Creo que ha sido un año especial. Quizás he sido capaz de hacerlo a buen nivel o de no sacar esa fatiga porque siempre hemos tenido objetivos muy motivantes y es gracias a eso a lo que hemos mantenido el nivel. Ha sido un año muy intenso y te diré que, aunque parezca mentira, más que la propia competición, lo que más acusé fue los cambios horarios. Eso cansa más que las competiciones. Sinceramente, volver de Río fue muy duro. Tanto que una semana antes de la Vuelta a España, tenía dudas. Yo descansaba, seguía cansado y no tenía ritmo. Sabía que tenía buena condición y que lo más importante era recuperar, pero es que descansaba y no me llegaba a sentir fresco y hasta que no decidí entrenar un poco más duro, romper a sudar y que el cuerpo no entrase en dinámica de trabajo, no mejoré. Pensaba que si iba a la Vuelta así, podía cavar una fosa de la que luego iba a ser muy difícil salir. Sin embargo, luego encadené tres entrenamientos muy buenos, entré en dinámica de trabajo y la Vuelta me salió muy bien. Creo que fue una de las mejores carreras del año.

Usted ha sido víctima del dominio de Sky en el Tour de Francia durante los últimos años. ¿Piensa que la reducción de los equipos en un corredor puede, como afirman los organizadores, abrir más las carreras?

(Piensa) A mí no me convence, pero no voy a ser yo el que diga cómo va a ser o cómo no. Pienso que no existe un mecanismo que te garantice el espectáculo o que haga que uno u otro no domine una carrera. Esto no son matemáticas. Depende de cómo llegan ellos y cómo llegamos los demás. Es indudable que tienen mucha calidad, pero no todos los años son iguales. Van a hacer una selección de 8 de mucha calidad… y si es de nueve, también.

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Erviti tira de Valverde en la Vuelta a España / © Movistar Team

A su equipo se le ha acusado, especialmente en el Tour de Francia, se ser muy conservador en sus tácticas. Usted, que es de los que deben de trabajar desde el relativo anonimato del gregario a favor del líder, ¿entiende esas críticas?

Sí las entiendo y creo que la propia persona que las critica lo hace porque quiere que nos vaya bien y que ganemos. Quiere ver espectáculo. Divertirse. Pero no lo veo de la misma manera. Tú tienes que atacar cuando sabes que te va a salir bien la apuesta. Si lo haces cuando no estás bien, tú eres el que va a salir más perjudicado. Atacar es, a la vez, exponerse y eso quiere decir que los fallos se hacen más visibles. Para atacar tienes que estar al mismo nivel o mejor que al que atacas. En un momento puedes hacerlo en un momento dado y que te salga bien por el factor sorpresa. Dicho todo eso, creo que la situación del Tour, con el equipo que tenían y cómo fue la carrera, no fue para nada fácil. A los primeros a los que nos gusta atacar y hacer daño es a nosotros mismos y este año, una vez más, vamos a trabajar duro para conseguirlo.

Como gregario, ¿qué diferencias hay entre trabajar para dos hombres en apariencia tan distintos como Alejandro Valverde y Nairo Quintana?

Son diferentes, no hay duda. Creo que la mayor diferencia radica en la edad de cada uno, que es algo que condiciona. Nairo es el ansia, las ganas. Tiene la energía de la juventud. Quiere comerse el mundo. Alejandro, por su parte, tiene la calma de un palmarés lleno. La serenidad. Él es poso de la experiencia.

Eso, a la hora de hacer su trabajo, ¿hace que sea más fácil con Valverde por esa tranquilidad de la que habla?

Sí, claro. Es diferente. La dinámica no es la misma con uno o con otro. Los dos son muy buenas personas y grandes líderes. Si te piden algo y tú lo das todo son los primeros que vienen a agradecértelo. No es que con uno vayas sufriendo y con otro no. Yo estoy a gusto con los dos. Depende también mucho de las carreras. Por ejemplo, una clásica es más fácil correrla con Alejandro y en una etapa del Tour en la que hay montaña y Nairo está súper, es más fácil montar la táctica con él. Son cosas que varían. No es un patrón invariable que sirva para todos los días y todas las carreras. Si que es cierto que con Nairo hay que ir enseñándole un poquito más, pero ¡el tío aprende muy rápido! Cuando empezó, era un corredor que, si fuese por él, atacaría todos los días y había que enseñarle que hay días en que con empatar es suficiente. Que es mejor esperar tu momento. Y ahora parece que se le pide más agresividad, como me decías antes. Son evoluciones.

¿Cuál es ese punto débil de Quintana que resulta imperativo que mejore para poder, por fin, optar de manera realista a lo que, por ahora, sólo ha sido un sueño amarillo?

Viendo el discurrir de la Vuelta a España de este año, creo que, aparte de trabajar en la montaña para poder marcar más la diferencia, tiene que trabajar la crono. Froome hizo una crono espectacular y nos metió demasiado tiempo en Calpe. Hay que intentar empatar ese partido para tener opciones. Creo que es fundamental. Pero estamos hablando de debilidades en un corredor que tiene 26 años, ha corrido tres veces el Tour y siempre ha estado ahí peleando. Quiero decir que son debilidades que ha demostrado saber suplir muy bien.

¿Cuál va a ser su calendario en 2017?

No lo hemos cerrado, pero, grosso modo, haré algo muy parecido al año pasado. Empezaré con ese calendario que te he comentado antes y estando en el grupo con opciones de hacer el Tour y la Vuelta. Pero, como también he dicho, esto es deporte y aunque tengas el programa cerrado, todo puede cambiar en cuestión de un segundo… ¡o menos!

De cara a 2017, ¿qué objetivos se plantea a nivel individual?

No lo sé. No soy muy expresivo y me cuesta decir estas cosas en público, pero la verdad es que me gustaría hacer un gran papel en las clásicas y luego, levantar un poco el pie para preparar el objetivo de ganar el Tour, la carrera que más repercusión tiene y que me sigue motivando muchísimo. Es el pez gordo del Tour y me sigue motivando muchísimo tener un compañero como Nairo con opciones de ganarlo. No es lo más habitual estar en esta situación, así que hay que aprovechar el momento.

Acaba de renovar dos temporadas más ¿Se ve corriendo más allá de 2018?

En ciclismo todo cambia muy rápido y yo sólo estoy motivado con este año. Ni siguiera pienso en el siguiente. Yo ya he empezado a trabajar con ganas de coger esta temporada por los cuernos, dar mi mejor versión y, sobre todo, disfrutar y terminar satisfecho. Pasármelo bien, que es la mejor señal.

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