Entrevista con el ciclista que se convirtió en un ídolo del deporte en Colombia (I)


Deportes
viernes 25 de diciembre de 2015

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Esteban Chaves habló con Mauricio Silva Guzmán para la revista Bocas. Primera parte


No se mató de milagro.

Tiempo después del nefasto accidente, a Esteban le contaron que su pequeño cuerpo había impactado contra una señal de tránsito y que, ensangrentado, había quedado inconsciente sobre el asfalto.

Él no recuerda absolutamente nada porque su cerebro, a manera de protección –tal cual le dijeron los especialistas– había borrado toda la información del trauma, desde media hora antes del impacto hasta cinco días después del mismo. “Por fortuna”, dice él.

El parte médico de aquella calamidad, sucedida el 16 de febrero de 2013, en el marco del Trofeo de Laigueglia (Italia), decía así: “Trauma craneoencefálico, contusión pulmonar, fractura del yunque derecho (oído), fractura malar (pómulo), fractura del esfenoides derecho (en la base del cráneo) y fractura de la clavícula”.

Una vez estabilizado, todo parecía tener solución excepto una cosa: el conjunto de nervios que van desde la nuca hasta los dedos de su mano derecha estaba completamente destrozado a la altura del hombro, por lo cual se corría el peligro de que “El Chavito” perdiera la movilidad de su brazo. El incidente llegó en el momento en el que la carrera profesional del campeón del Tour de l’Avenir 2011 había despegado en Europa. Y así, de un tajo, se truncaba un promisorio proyecto para el ciclismo colombiano.

Una vez recuperó las fuerzas para caminar, el joven de 23 años fue trasladado a Bogotá, su ciudad natal, donde empezó un proceso de recuperación engorroso y desalentador. Su brazo, en efecto, no respondía en lo absoluto. Todo fue reposo hasta que, el 15 de mayo de ese año, en una medida desesperada, Esteban fue sometido a una inusual intervención quirúrgica que pretendía volver a conectar los nervios de su brazo y que, a lo largo de nueve horas, lideraron los médicos colombianos Gustavo Castro y Julio Sandoval.

Chaves continuó su evolución en el departamento biomédico de Coldeportes, en Bogotá y, de la mano de la terapista Nury Neira, se entregó a una rutina de terapias sin ningún tipo de resultado. Paralelamente, tuvo que aprender a escribir, comer, peinarse y cepillarse los dientes con la mano izquierda. Todo era depresión y noche tras noche, a lo largo de tres meses, se entregaba al llanto. “¡Qué va a ser de la vida de mi mamá, de mi papá y de mi hermano, si ellos pusieron todo en mí!”, se lamentaba.

Pero una diminuta señal cambió todo. Una tarde de agosto de 2013, siete meses después del accidente, tras otra electromiografía de rutina, apareció una minúscula respuesta de sensibilidad en su brazo. Eso solo significaba que la operación había dado resultados y que, poco a poco, podría recuperarse. Al mismo tiempo apareció una oferta cuasi milagrosa: un contrato con el equipo australiano Orica GreenEDGE. “Cuando me llamaron, creí que me estaban mamando gallo. ¿Una oferta de Australia, si estoy casi retirado del ciclismo? Pero era en serio y era un equipo grande”, recuerda.

De allí en adelante, todo ha sido una impresionante batalla personal. Hoy, Johan Esteban Chaves Rubio, de 25 años, es una de las grandes estrellas del ciclismo colombiano y mundial.

Este es el testimonio del niño que nació y se crio en el occidente de Bogotá (Quirigua, Villas de Granada, Bolivia y Villas del Dorado); del hijo del carpintero que proyectó su sueño ciclístico en su hijo; del joven con cara de mocoso a quien todos conocen como “El Chavito”; del deportista curioso, vivaz, inquieto y terco que, en 2015, alcanzó el liderato y la victoria en dos etapas de la Vuelta a España, el título en el Tour de Abu Dhabi y el corazón del pueblo colombiano.

Esta es la historia de una sonrisa con amplia historia.

¿Quién le puso el apodo de “el Chavito”?
En 2009, desde que entré al equipo Colombia es Pasión. Los muchachos empezaron a decirme así.

Usted es un hombre menudo, de 55 kilos, de 1,64 de estatura y, con todo el respeto, sin mucha pinta atlética... Incluso, dicen sus papás, casi no llega a este mundo por minúsculo…
Llegué al mundo chiquito, pálido y feo. Y se complicó la vaina. Me tocó oxígeno, incubadora y toda esa vaina. Pálido y casi muerto...

Su padre dice que comenzó a montar en bicicleta a los tres años. ¿Recuerda algo?
No, pero hay fotos. Mis padres dicen que la bicicleta que me dieron ya era usada, que me subieron por primera vez, que me dieron un empujón y que empecé a andar.

¿A partir de cuándo tiene recuerdos montado en una bici?
Haciendo bicicrós, en el parque El Salitre. Es que mi papá siempre fue muy aficionado al ciclismo y que… “vamos a hacer bicicrós”. Luego de ir algunas veces, y hacer algunos saltos, un día me caí y me golpeé fuerte la cara. Ese día mi papá fue a la mitad de la pista y, en vez de ayudarme, me dijo: “Levántese, usted puede, sea berraco”. Entonces yo le dije: “Si usted quiere un campeón, monte usted”. Y no volví.

Entonces cambió de deporte y se zambulló en las piscinas, para luego entregarse a las pistas atléticas.
Es que mi papá siempre nos mantuvo, a mi hermano y a mí, en el deporte. Juegos Olímpicos, Juegos Nacionales, Panamericanos, lo que hubiera de deporte, nos lo ponía a ver. Él nos puso a hacer todas esas cosas para crearnos una disciplina, una constancia. Entonces hicimos cursos de natación en la Cruz Roja y, luego, atletismo.

Parece que el atletismo sí se lo tomó en serio.
Sí, el atletismo fue más competitivo. Fui fondista y todo, además con este cuerpo no me daba para 100 metros [Risas]. Hasta que un día salió un triatlón, y mi papá me inscribió; conseguimos una bicicleta prestada y me fue mejor en la bicicleta que en el atletismo y la natación, entonces, desde ese momento, dije: “Me gusta más la bicicleta, quiero ser ciclista”. Y en nada ya estaba inscrito en la escuela de ciclismo Monserrate. Yo tenía 12 años. Por cierto, creo que ese triatlón lo gané…

Y paralelamente se fue a la Liga de Bogotá.
Íbamos al velódromo todos los sábados y nos enseñaban cómo quitarle la rueda a una bicicleta, cómo despinchar, cómo hacer relevos, cómo hacer los cambios, hacer estiramientos, hacer calentamientos, cosas muy generales. Luego ir a entrenar en la ruta y luego ir a circuitos…

¿Ha sido consciente que usted es la proyección de su papá, un carpintero que, por falta de recursos, no tuvo las posibilidades de meterse en serio en el ciclismo?
Eso tiene que ver con la educación que él tuvo de mi abuelo, que le decía: “¿Usted por qué va a montar en bicicleta? Usted tiene que ser carpintero como yo. Usted lo que tiene es que trabajar”. Él cambió todo. Él nació soñador y claramente dijo: “Yo quiero que mis hijos tengan la oportunidad que yo no tuve”. Y siempre ha estado detrás en la moto, con las ruedas y las caramañolas y la comida. Es más, todavía lo hace cuando entreno en Bogotá y yo le digo: “Consigamos alguien para que haga ese trabajo, papá”, pero no deja.

¿Y su mamá también ha compartido el sueño?
El papá manda, pero para el mercado [Risas]. Y claro que mi mamá también ha sido un apoyo increíble, porque aceptar que un man le diga que va a dejar de trabajar por irse con los hijos a una vuelta en otra ciudad, pues también es difícil encontrarlo hoy.

¿Cuál fue el primer logro ciclístico relevante?
El Campeonato Nacional en Popayán. Tenía 16 años, quedé segundo en la contrarreloj de la categoría 15 y 16 años.

Fue en la Liga de Bogotá donde conoció a Luis Fernando Saldarriaga, el entrenador que más adelante lo llevó al Team Colombia…
Nosotros nos acercamos a Luis Fernando, que entrenaba a los ciclistas élite en la pista, y le dijimos: “¿Será que podemos entrenar con ustedes?”. Y aceptó. Pista y ruta, porque a esa edad se tiene que hacer de todo, combinar. Eso fue en 2007.

Usted ha sido hincha del ciclismo desde niño, incluso pegó afiches de las grandes estrellas en su habitación. Ahora usted es el que sale en las revistas de ciclismo, ¿no?
Mi papá compraba ejemplares de la revista española Ciclismo a fondo. Entonces yo, todavía siendo un niño, recortaba las figuras de Armstrong, Contador, Nibali, Valverde y todos los duros. Y, ¡cómo es la vida!, después ahí mismo salió un afiche mío… [Risas].

Luis Fernando Saldarriaga dice que, un buen día, cuando su papá no pudo pagar los implementos para entrenar en la Liga, pagó con dos camas. ¿Sabía eso?
¿De verdad hizo eso? Ese cuento no me lo ha echado mi papá todavía. Pero no tiene nada de raro…

Sus resultados a nivel prejuvenil no eran exactamente sobresalientes, pero sus técnicos veían algo en usted que muy pocos tienen: resiliencia (tal cual dijo uno de ellos). ¿Es así?
Eso de cambiar de casas, de cambiar de colegios porque no se podían pagar, de buscar cosas más asequibles, de luchar y luchar, te hace resiliente. Así que para nosotros siempre estuvo claro que había que ir a entrenar y al otro día había que volverlo a hacer. Es que hay dos opciones: quedarse acomodado en la casa y descansar, porque pobrecito el niño, o salir a darlo todo.

Usted ha declarado varias veces: “Mi meta es ganar el Tour de Francia”. ¿Desde cuándo viene con esa idea?
Desde chiquito. Me acuerdo mucho haber visto ganar varias veces a Armstrong y soñar con tener esa camiseta amarilla.

Entonces el sueño está intacto porque, además, no ha corrido el Tour.
Siempre que estoy con ciclistas profesionales les pregunto: “¿Qué se siente cuando llegan a los Campos Elíseos?” Y todos se quedan dos o tres segundos callados y dicen: “Noooo, eso es impresionante, se te ponen los pelos de punta”. Entonces, ¡imagínate llegar a París y ser el ganador! ¿Ah?

¿Cuándo abandonó del todo la pista para dedicarse exclusivamente a la ruta?
A los 17 años. Lo que pasó es que, lastimosamente, en Bogotá no teníamos ningún apoyo y con mi papá encontramos una bicicletería que iba a sacar un equipo juvenil para que compitiera la Vuelta del Porvenir, pero la prueba para escoger los seis muchachos era una carrera de cuatro días en Medellín y los mejores seis muchachos entraban al equipo: Trek.

Y ahí es donde todo comienza muy en serio, ¿no?
Sí, entré al equipo Trek, que dirigía el “Parlante” Agudelo. Con ellos estuve los dos años de juvenil, de 17 y 18 años. Todo fue increíble porque la situación de la casa estaba difícil y, ¡oh sorpresa!, me daban todo, menos sueldo, pero yo tampoco lo necesitaba. Me dieron bicicleta, zapatillas, cascos, uniformes, hospedaje, me pagaban las inscripciones, me llevaban a correr en todo el país. Ahí inició el sueño.

¿Cómo le fue en esa Vuelta al Porvenir?
En la primera, a los 17 años, de 40. En la segunda, a los 18, de sexto.

¿Cómo dio el paso a Colombia es Pasión?
Porque Saldarriaga, mi entrenador en la Liga de Bogotá, vio que quedé de sexto en la Vuelta al Porvenir y me recomendó para entrar a Colombia es Pasión.

En 2010 usted representó al país en el Tour de l’Avenir con Colombia es Pasión-Café de Colombia, un equipazo: Darwin Atapuma, Jarlinson Pantano, Nairo Quintana, entre otros. Usted llegó a ser líder de montaña, pero se cayó. ¿Qué pasó?
En efecto, iba de líder de la montaña y el segundo era Pantano. Pero me fui de jeta por culpa del viento y me lastimé toda la cara. Terminé esa etapa y me subí al podio, pero al siguiente día no me dejaron salir porque tenía un problema en una vértebra. Nairo ganó ese Tour de una manera increíble. Sencillamente impresionante.

La leyenda dice que el técnico Saldarriaga lo convenció de no seguir con el argumento de que el otro año era el suyo.
En realidad eso me dijeron todos, incluido el médico Camilo Pardo. Pero la verdad es que ellos ya estaban muy concentrados en Nairo.

¿Cuál es el gran abismo que hay entre un equipo profesional de primer nivel como Orica GreenEDGE, en el que está hoy, y un equipo como Colombia es Pasión, en 2010?
Que en 2010 todo era superempírico. Llegábamos y nos tocaba alquilar carros en el aeropuerto, quedarnos en hostales donde nos cogiera la noche, arrastrar las bicicletas por los corredores. Éramos como gitanos. No había nada programado.

¿Ahí nace su gran amistad con Nairo?
Sí, pero todos somos superparceros. Lo que pasa es que con Nairo tenemos la misma edad.

Defina a Nairo.
Un campeón de los de verdad, un luchador. Las cosas que él ha hecho a su edad, ¡nooooo! Es que quedar de segundo, a los 23 años, en el Tour de Francia… Muy bravo… Es una persona muy sencilla que, curiosamente, pasa por creída algunas veces, pero por lo tímido que es… Pero ya se ha soltado mucho en las entrevistas, ¡ja!

¿Nairo es un superdotado?
Sí, totalmente.

¿Usted es un superdotado?
No, yo creo que no.

Pero no solo los superdotados ganan grandes cosas en el ciclismo. También las ganan los tercos, ¿cierto?
Así es. No es solo talento, tienes que ayudarlo con disciplina y constancia y yo creo que eso es lo que a mí me sobra.

Y en efecto, como se lo habían pronosticado, usted ganó el Tour de l’Avenir 2011. La estrategia fue mandar a Nairo como señuelo cuando en realidad la carta al título era usted…
Pero lo gané en la última etapa, en la última bajada, por siete segundos. Eso fue increíble porque, ese año en particular, no fuimos solo como Colombia es Pasión, sino como Selección Colombia. Había muchachos de Orgullo Paisa, de Indeportes Boyacá, éramos la Selección Colombia Sub-23.

Continuará...

Vea la segunda parte


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