¿Fue la de 2014 la mejor campaña de su trayectoria?

—Sí, sin duda.

—Y además con el premio de su primera hija, Natalia.

—También, supuso un momento de enorme felicidad.

—¿Le ayuda esa estabilidad familiar?

—Por supuesto, forma parte de la madurez. Sentir el respaldo de mi gente me aporta un punto de tranquilidad a la hora de buscar los retos.

—¿No cuesta más dejar el hogar después de tantas temporadas como profesional, con 34 años?

—Te acostumbras tras toda una vida como corredor. Cuando más duro se hace es al terminar la campaña, regresar y tener que salir la primera vez. Pero el trabajo funciona así y en casa me apoyan y me intentan acompañar.

—Acaba de renovar hasta 2017. ¿Cómo se ve con 37?

—No sé cómo responderé. Cierto que serán muchos años al máximo nivel, y quizá no pueda disputar algunas carreras. Aun así, lo afrontaré con la misma ilusión y motivación.

—Con su bagaje, si mira hacia atrás, ¿qué cambiaría?

—Cada año lo he hecho lo mejor que he podido. Si tuviera que volver a ser ciclista, mi calendario sería similar al de ahora. Me siento satisfecho, aunque darías algún retoque siempre.

—¿Se ha obcecado con el Tour?

—Nunca he dejado de correr otras carreras para exclusivamente disputar el Tour. He ganado clásicas, rondas de una semana, de todo. He actuado correctamente. ¿Y si me hubiera centrado en las clásicas? Igual salían peor. Así he conquistado Lieja, Flecha, San Sebastián, he alcanzado el podio de Lombardía… El Tour no se me adapta lo que desearía, pero estoy feliz.

—Aún le faltan ese cajón en Francia y el arcoíris. ¿Más cuentas pendientes?

—Esos dos son los dos principales objetivos, lo intentaré hasta que cuelgue la bici. Aparte, me encantaría ir y rendir en el Giro.

—¿No considera raro evolucionar temporada tras temporada, después de la sanción, a su edad?

—No. Con la suspensión me entrené como si continuara en activo. Mi motivación y mi trabajo nunca han disminuido. De hecho, con la edad te conoces más y te preparas mejor.

—Su manera de competir ha pasado de un estilo ofensivo en su juventud, a uno más calculador. ¿Quizá contrario a su esencia y conformista con las posiciones de honor?

—Al principio, eres joven y más valiente. Los equipos y los objetivos son diferentes. Si vas a por las generales, debes centrarte y medir las fuerzas. Y todo hay que valorarlo en su medida, seis medallas mundiales no las tiene nadie. De buscar el triunfo a obtenerlo existe un trecho grande.

—Entonces, ¿molestan las críticas de los medios?

—Me he quejado, como se han quejado otros deportistas. Mis errores se ven más por estar para poder vencer, no en el puesto 110. Sobre todo me duelen los palos en los Mundiales, donde parece que hice cosas malas voluntariamente, y nada más lejos. La prensa habla bien o habla mal, es parte de nuestra profesión y lo asumo.

—¿Se le valora justamente en España?

—Sin duda. Está claro que Contador ha logrado Tours, Giros y Vueltas, eso al hincha de nuestro país le gusta. Alberto es un gran campeón y quizá sí sea más mediático que yo.

—¿Y quién es el mejor de esta generación española tan célebre?

—Admiro mucho a Alberto, a Purito, a Freire, a Samuel… pero me pongo a mí y ya está.